En la Plaza de San
Pedro de Roma, lentamente el sol se despereza y ambicioso intenta calentar. Romanos,
peregrinos y turistas, en medio de tan ostentosa arquitectura, buscan su lugar y bajo sus pies, el soterrado circo del implacable Nerón, un escenario de la vieja Roma. Años de
arena y fieras, de yugo y tortura, de sangre y terror. Historias, leyendas y
mitos para el martirologio cristiano... heroicidades, suplicios y agonías por la
fe y aplausos y vítores para el emperador.
Plaza de San Pedro de
Roma,
belleza y solemnidad,
obelisco de granito sienés,
“testigo mudo” de tortura y muerte
de los pilares del
cristianismo...
columnata de brazos
abiertos
para acogida, entrega
y fraternidad,
basílica, cuerpo de
culto y celebraciones,
cúpula, cabeza con tiara
pontificia
para, por “el ojo
de la cerradura”, ver ...
Simbología preñada de arte, en una alborada de
domingo para una jornada de religiosidad que, con la llegada del Ángelus, hasta el aire fresco se templa para
transmitir intensidad, belleza y majestuosidad.
Miradas misteriosas,
profundas y atentas
que, a modo de prodigiosas
saetas floridas,
se clavan en la
engalanada ventana papal
y cuando los visillos
se descorren,
quedamente, aparece Su Santidad...
lo místico se hace
más místico y ceremonial,
el calor de lo divino
se hace notar...
en el cielo el azul
es más azul,
en la plaza todo es
resplandor
y, ¡hasta en los
rincones se respira solemnidad!
Goma
Texto extraído del libro Los hijos de Manuela
Autor
José González Mayoral -Goma-
Inscrito en
el Registro de la Propiedad Intelectual
Imagen ISABEL GISBERT PALACIO
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