La expansión
de los grandes núcleos urbanos en los
años cincuenta, ofreciendo nuevas oportunidades, mejores salarios y bienestar, desencadenó esa crisis cíclica con timbre oficial de éxodo rural que, horadando el nuevo milenio, sigue siendo un
goteo de despoblamiento al alza que, con lágrimas de futuro, sobrellevan hombres
y mujeres anclados al terruño víctimas de una miseria y una cultura heredada y
olvidada que, cuando el Sol ya se ha puesto, el cansancio les puede y en el colchón
duelen tanto los huesos que por no haber, no
hay ni sueños pero...
Al levantarse, aun
les cubre la esperanza
que se adorna con lo
sencillo, con lo autentico,
con la herencia del
sacrificio, el trabajo y el esfuerzo
en un medio donde lo
moral y físico son sustancia y cuerpo...
Donde la Naturaleza sigue
derrochando ecos de vida y belleza,
en una inmensidad sin
palacios, de vieja piedra olvidada,
con arados, trillos y cántaros hoy de un muro colgando,
huellas de un pasado
peñascoso y apizarrado...
Sin zagales en un
presente sin futuro,
sin esperanzas y, por
el olvido, desilusionado;
unos padres que al
grito de “¡sin vida, nos largamos!
con lágrimas de soledad y aliento, destapan su... ¡aceptamos!
Y aceptan su
envejecer con la patina del oxidado paso del tiempo,
exprimiendo del seno
de la vida la pulpa de lo real y autentico,
adaptándose a su realidad, a su entorno y a sus miedos,
insistiendo en... ¡velar
por los hijo y por los nietos!
Goma
Texto extraído del
libro Los hijos de Manuela
Autor José González
Mayoral -Goma-
Inscrito en el Registro de la Propiedad
Intelectual
Imagen ISABEL GISBERT PALACIO
Imagen ISABEL GISBERT PALACIO
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