sábado, 24 de mayo de 2025

SEMBLANZAS DE LA ALAMEDA DE HÉRCULES, SEVILLA. II

 CRÓNICAS CERVANTINAS Y DE LOPE DE VEGA EN EL ALAMILLO.

   El  taxi no llega y Viator, pensando en el topónimo del lugar y reflexionando sobre la vida en el Alamillo de los siglos XVI y XVII, imagina mendigos, matones y pícaros del lugar que, entre chozas y al refugio de una exuberante floresta natural de gran belleza, van y vienen cada cual con su historia, como la conversión de Cristóbal de Lugo, todo un granuja que al amparo de su cargo como criado del inquisidor Sandoval, actúa con maldad y sin escrúpulo en el escalón más bajo de la pirámide social sevillana. Un rufián  que tras un silencio temporal, aparece regenerado como Fray Cristóbal y, cuando con su amo marcha a México, Lugo, ahora convertido en Fray Cristóbal, es tenido por un hombre santo.    Y, en esa envoltura de santidad conoce a Ana de Treviño, una celebridad sevillana que, en sus últimos momentos de vida, se niega a confesarse. En esa agonía, el fraile es requerido y acompañado de su criado “el lagartija”, también regenerado como Fray Antonio, convierten a la pecadora Ana de Treviño, a quien confiesa y salva de las llamas del infierno.

                         El rufián dichoso”.  Miguel de Cervantes Saavedra.

   Un reflejo de la vida de la época a través de... señoras, señores, criados, rufianes, estudiantes, clérigos, frailes, ángeles y demonios, incluidos un inquisidor, una dama, un virrey y hasta unas almas del purgatorio. Unos personajes que Cervantes pincela en su famosa comedia “El rufián dichoso”.

    

    Al final de sus años, al rufián Cristóbal de Lugo, como encarnación del pecado y del castigo, le alcanza la lepra y, cuando muere, es vitoreado y subido al altar por los cristianos. 

 Intentando asimilar aquellas conversiones de inquisición y santidad por la fe, bajo el drama y la comedia de la novela cervantina, “El rufián dichoso”, suena un claxon a la espalda de Vuiator. Cuando este se gira, el taxista se le acerca, le saluda y coloca su maleta en el maletero, mientras él se acomoda en el asiento. Envuelto en esa magia nocturna y bloqueado por ese embrujo sevillano que, coqueteando con esos juegos prohibidos, se esconde y te sorprende entre adelfas, espiando como la luna coquetea y se refresca en el río, Viator, a su paso por el puente del Alamillo, intenta escenificar aquellos versos de rufianes, timadores, holgazanes y vividores  de  Lope de Vega, sobre los Vargas de Castilla”.  

 Pinceladas de amores y desprecios, agravios y satisfacciones, belleza y afeamiento, vida y muerte...

   Lecciones de un genio de la literatura, cosechadas en el escenario de la vida desde su caballete poético de la nobleza, con pinceles de arte creativos y al óleo de colores satíricos, zumbones, picantes y ridiculizantes sobre lienzos del pueblo y de la corte




Portada manuscrita de la famosa comedia  los Vargas de Castilla.de Lope de Vega.

 

Texto extraído del libro   El Nilo en mis manos
Autor José González Mayoral,
Goma
Inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual
Imágenes   ARCHIVOS 
Goma








lunes, 14 de abril de 2025

SEMBLANZAS DE LA ALAMEDA DE HÉRCULES, SEVILLA

       En una madrugada de febrero, en el Alamillo, junto a ese Guadalquivir de Juan Ramón para soñar o de Bécquer para pasear, algo fría, pero de mínimas en desplome y bajo un hermoso cielo de estrellas resplandecientes, Viator, esperando la llegada de un taxi, repasa historia y, recordando espacios con latidos toponímicos aún presentes, visualiza el pasado.  

    Al sur, las huertas que, a uno y otro lado del río, desde el Convento de los Remedios, pasando por la iglesia trianera de la O y el Monasterio de La Cartuja, llegaban hasta el Alamillo, un espacio poblado de álamos, donde el río en sus crecidas se desbordaba y creaba un pantanal conocido por La Laguna de Feria que llegaba hasta la muralla de la ciudad.

      Con el paso de los años y con el fin de evitar estas riadas que tanto amenazan a la ciudad, la laguna se rellena, se puebla de álamos y el nuevo espacio comienza a llamarse La Alameda, pero La Alameda sigue inundándose, incluso hay ocasiones que solo puede ser atravesada en barca por lo que, doscientos años más tarde, comienzan nuevas obras de remodelación en El Alamillo y La Alameda, donde dos columnas extraídas de un templo romano de la calle Mármoles, servirán de base a las esculturas de Julio César y Hércules que rematarán las obras de tan celebrado paseo por los sevillanos. Cuando tiene lugar la inauguración, La Alameda recibe el apellido del mítico navegante y conquistador, Hércules.

  
                           SEVILLA en el S.XVI. Óleo atribuido a Alfonso SÁNCHEZ-COELLO. 
              Puente de barcas en Triana   *Giralda y catedral  *Torre del Oro y Torre de la Plata                                                                                                                             JULIO CÉSAR                     HÉRCULES
     Y, en el Jardín de La Alameda de Hércules, en aquel espacio de ocio cercano al Guadalquivir y junto al no menos famoso barrio de la Macarena, con su inauguración, comenzó a celebrarse la “Velada de San Juan y San Pedro” que sustituiría las “Fiestas del Corpus Christi” y que, con el paso de los años, estas también serían sustituidas por la “Feria de Abril.


                                     Restos del templo romano de la calle Mármoles, Sevilla


Texto extraído del libro   El Nilo en mis manos
Autor José González Mayoral - Goma-
Inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual
Imágenes   ARCHIVOS Goma


domingo, 2 de febrero de 2025

Apis, el dios egipcio

 Imagen de portada del libro... El Nilo en mis manos.



   Estela hallada en el Serapeum de Menfis, Saqqara. El difunto adora al dios Apis, el toro vivo elegido entre los de color negro, pero con vientre y patas blancas. El animal vivía en el recinto sagrado de Ptah, en la capital del Imperio Antiguo, con dos corrales para poder pasear, disfrutar de su harén y ser visitado por los egipcios como un oráculo, que no como una estatua, aunque se representaba como tal.
   Curiosamente, el animal no debía vivir cumplido los veinticinco años por lo que, llegado a esta edad, era ahogado en la fuente sagrada, trasladado en un sarcófago a Saqqara y enterrado en una fosa excavada a doce metros de profundidad, en el lugar de descanso de los toros sagrados egipcios.

Texto extraído del libro   El Nilo en mis manos.

Autor  José González Mayoral  - Goma-
Inscrito en el  Registro de la Propiedad Intelectual
Imagen    ARCHIVOS   GOMA