sábado, 20 de abril de 2013

EL CAMINO. RECUERDOS DE UN PASADO LEJANO



Aún recuerdo la primera vez que oí la expresión “El Camino de Santiago”. Fue de boca de  Dª Manolita, mi maestra parvulista, hoy Sor Blanca. Me lo describió como “un rastro de  espuma blanca que se  veía en el cielo las noches serenas y claras de verano”. Años más tarde con Don José, el maestro del pueblo que me preparó para la prueba de ingreso en el instituto, supe que se trataba de la Vía Láctea… venía en la Enciclopedia Álvarez donde, también leí, por primera vez, la palabra Apóstol unida a la de Santiago. Hablaba de cuando el Santo llegó a España y, un día, descansando en un pilar, a orillas del Ebro, se le apareció la Virgen.
En el año 1.965 se celebró en España el Año Santo Compostelano. La propaganda religiosa, sobre el acontecimiento, me aproximó al Camino tanto que, a partir de aquella fecha, me creé cierta dependencia de todo lo que hablara… del Camino, del Santo, de la Catedral, del Peregrino y, todo lo relacionado con el tema, lo veía, leía y retenía con excesivo interés.
Del Camino porque, lo intuía como la vida misma. Un caminar de dificultades, generoso en resbalones, tropiezos y desdichas; tacaño en complacencias y satisfacciones y con un objetivo… ¡Llegar!
Del Santo  porque, lo  intuía  vigoroso,  enérgico, entusiasmado, incluso apasionado    con “la encomienda de evangelizar España”.
De La Catedral porque, lo poco que sabía de ella, aparte de los diferentes estilos     barroco y     neoclásico que decían los libros de arte, lo que más  me  atraía era la simbología antagónica de puertas, columnas… que hablan de norte y sur, de  blanco y negro, de entrada y salida, de principio y fin, de nuevo y  de viejo …
 Del Peregrino, para mí una persona especial con una creencia muy singular y unos dones extraordinarios.
 Todo esto bullía  en  mi  mente  mezclando lo religioso con lo profano,  lo arcano con lo notorio, lo normal  con lo singular,…
 En el año 1.971 se celebraba el Año Santo Compostelano, me encontraba destinado en Algar, Cádiz. Queriendo participar en aquel acontecimiento y hacerlo extensivo al centro, concebí un proyecto que, llevado por mi sentir, trasladé  primero  al Claustro, que lo aceptó con entusiasmo y luego a  mis alumnos que, al principio,“ ni  fu,  ni  fa”  pero  que  conforme lo fuimos desarrollando más se entusiasmaban. 
El  objetivo  tenía  un componente teórico referido a la vida de Santo y otro práctico representando el Camino y del que quedaría constancia en el aula. En este último, los alumnos hicieron todo lo posible para ayudar. Trabajando en equipos, escribieron a parroquias y ayuntamientos de ciudades y pueblos del Camino para recopilar documentación… pintaron, rotularon y recortaron  cartulinas, material con el  que,  poco a poco, fuimos empapelando las paredes de la clase.
 Cuando el proyecto estuvo acabado… tiras de cartulina roja, pegadas en las paredes, mostraban los caminos de Somport y Roncesvalles que se unían en Puente la Reina  para continuar por Burgos y León hasta  Santiago… Cuadrados de cartulina negra marcaban estas ciudades… Círculos del mismo color indicaban los pueblos y aldeas que atravesaba el camino, incluido algún desvío habitual como el de Samos… Tiras azules marcaban los ríos… Perfiles montañosos   de cartulina  marrón  señalaban  los  montes que había que atravesar en El Camino. Todo esto quedaba documentado con la información recibida por correo y que previamente habíamos ido seleccionando.
Fueron muchas las felicitaciones por aquel trabajo que, por muchos años, permaneció   pegado en las paredes de aquel aula.
Mi sorpresa llegó una mañana de un uno de setiembre, cuando me incorporé al colegio  después de las vacaciones del verano. Al llegar vi que  la  fachada la habían  pintado. Un presentimiento me llevó directo a la clase. Estaba toda de blanco. Una gran desilusión me invadió. No tardó en llegarme la justificación oficial… “Todo estaba en muy malas condiciones”. Y era verdad, habían pasado los años y el papel, las cartulinas y los colores se habían degradado. El trabajo había desaparecido pero en la clase, como en todo el edificio, la limpieza y el blanco nieve de la cal era  notorio.
Con la justificación del saneamiento y la limpieza aprendí la lección y, aquel mismo día, me prometí que algún día, aquella experiencia, la haría realidad de forma que nadie me la pudiera borrar… ¡Haciendo El Camino!
Goma

Texto extraído del libro Turismo o penitencia
Autor    José  González  Mayoral - Goma -
Obra inscrita en el Registro de la propiedad intelectual
Imagen  ISABEL GISBERT PALACIO  

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