Hacía
tiempo que cada vez que llegaba al Alto de La Carpintera, la cumbre más
alta del entorno en el camino a Higuera de la Sierra y desde donde, en las noches de calma, se puede ver el difuminado resplandor del alumbrado
sevillano; agotado por el vertical, sinuoso e interminable repecho, me paraba
unos segundos para recuperar aliento. Era en esos momentos cuando, mirando al
sur , oteando el horizonte y pensando en aquel porvenir que estaba por venir, me decía…
- "Sevilla. Tengo que salir de aquí".
Fue una
mañana de niebla y frió en El Castañar cuando, levantando un
portillo mientras guardaba los cochinos, al coger una de las piedras caídas para
ponerla en su sitio, me picó un alacrán. El fortísimo dolor de la picadura, mi soledad en aquel terruño y mi torpeza por no haber levantado la
piedra con la precaución que mi padre me había enseñado, despertaron en mis
cobardes sentimientos de desconsuelo y desánimo que con el paso de las horas y
con la firmeza del refrán...
-“De los cobardes nada se ha escrito”.
Pensamiento moral con el que mi padre me solía animar ante mis muchos infortunios, y consejo paterno que me ayudó a ir aparcando aquel dolor anímico, de insatisfacción y pesimismo, que me llevó hasta el pie del castaño bajo cuyo tronco mi madre me parió y en el que por costumbre dejábamos nuestras provisiones, los útiles para pasar el día y nos servía de cobijo ante las inclemencias del tiempo. Allí, pensando en tan desfavorable suceso y en mi suerte tan adversa por las muchas penas sufridas y las no pocas calamidades que me ocurrían, me dije…
-“De los cobardes nada se ha escrito”.
Pensamiento moral con el que mi padre me solía animar ante mis muchos infortunios, y consejo paterno que me ayudó a ir aparcando aquel dolor anímico, de insatisfacción y pesimismo, que me llevó hasta el pie del castaño bajo cuyo tronco mi madre me parió y en el que por costumbre dejábamos nuestras provisiones, los útiles para pasar el día y nos servía de cobijo ante las inclemencias del tiempo. Allí, pensando en tan desfavorable suceso y en mi suerte tan adversa por las muchas penas sufridas y las no pocas calamidades que me ocurrían, me dije…
- Aquí
no debes continuar!.
Aquella tarde, cuando mi padre
llegó, mi mano seguía hinchada y por vergüenza
arrinconé y disimulé lo que me había sucedido.
Aquella noche, como todas las noches
después de la cena nos quedábamos junto a la candela hablando y escuchando la radio. Mi silencio
y mi estado de ánimo llamo su atención y al desnudo me preguntó…
- Qué te pasa?.
Decidido, contesté con un incondicional…
- Que me quiero
ir!
- A dónde?
- A estudiar!
- Y eso?
Angustiosa interrogación que ya contestada con mi decisión, justifiqué con que allí no tenía futuro y avalé con “la lección aprendida” y el arrepentimiento de mi deplorable conducta.
Angustiosa interrogación que ya contestada con mi decisión, justifiqué con que allí no tenía futuro y avalé con “la lección aprendida” y el arrepentimiento de mi deplorable conducta.
Aquel alacrán, que no
pude ver, había sentenciado mi futuro. En setiembre, con el firme "propósito de enmienda", la confianza de los míos y mil pesetas en el bolsillo me subía en “La puerta de Carmona” al “Saure” de Empresa Casal con dirección a Sevilla.
AQUÍ,
NO DEBES CONTINUAR
Y me alié con el silencio
y en sus tiempos descubrí
ecos que avivaron mis sentidos
y me alentaron a, de mi ruina, resurgir...
Y en los riscos del Castañar,
queriendo al silencio acariciar,
me eché en sus brazos
y despierto quise soñar...
¡Maestro, como mi abuelo!
y escuchando el silencio refresqué
consejos que pretendían "mi despertar"...
Lecciones
que oía y no quería escuchar.
Miré
mis manos y mi atuendo y me dije...
¡Aquí, no debes continuar!.
¡Aquí, no debes continuar!.
Goma
A orillas del Majaceite. ¡Aquí, no debes continuar!
La Naturaleza, esa Madre que despierta
los sentidos y ayuda a profundizar
Texto extraído
del libro Tierra de castaños
Autor José
González Mayoral - Goma -
Obra
inscrita en el Registro de la Propiedad Intelectual.
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