sábado, 4 de mayo de 2013

EL CAMINO. UNA NOCHE EN ASTORGA.




     Un espectáculo de sonido amenizaba la plaza  y sus alrededores. Nos mezclamos con el público. Intentamos cenar pero, como los bares estaban llenos, invité a mis hermanas dar una vuelta para enseñarles la Catedral… del  gótico flamígero, donde se mezcla  lo barroco y lo renacentista. El Palacio de Gaudí
- El que hizo La Sagrada Familia…
- Efectivamente  y  que  no  terminó  porque  un tranvía le atropelló causándole la muerte.
     Mientras ellas hacían unas fotos, yo me acerqué a la iglesia, situada a la izquierda del conjunto, con el mismo objetivo. Me fui a la acera de frente para hacer  fotos de la  fachada. Estando buscando perspectivas salieron de la casa dos señoras mayores.  Inmediatamente  pensé…
-Las personas mayores siempre tienen historias que contar… y con este pensamiento me acerqué a ellas.
    - Me podrían decir cómo se llama la iglesia?
    -  De Santa Marta
    - Y…  el edificio que está al lado…?
  - Tiene  mucha  historia. Ahí  metían” las  mujeres  de mala vida” que llegaban a la ciudad...
 -Eso era en la antigüedad, mujer… Aclaró la otra señora.
- Pues, eso es lo que le estoy diciendo. Mira que tu, también…                       - ¿Las emparedaban…?  Insinué.
- No sé…
- ¡Mire usted! Eso, no lo sabemos…
- Esta noche…  he visto más de un niño de maragato
- Cuando se ven,  es por la fiesta  de  Santa Marta… 
   Palabras que aclaró  su compañera...
- Como son en verano, todo esto, se llena. Las madres visten a los niños con los trajes… bueno, los mayores también se visten. Ya sabe  usted…  
- ¡Bueno, se pone esto que no se puede ni imaginar…!
-  Con la verbena, vienen de todas las aldeas…
- ¿Es verdad que antiguamente en el pueblo había muchos arrieros…?  Pregunté.
- Sí, sí… aquí siempre ha habido mucho comercio…
- Aquí, hacíamos jabón, chocolate…
- ¿Ha probado usted el chocolates?
 - No.  Todo está cerrado…
 - Hoy y mañana está todo cerrado.
- Es verdad que, el maragato es  especial…?
- ¿Especial… Por qué…?
- Porque se atrevía con todo… Fabricaba, comerciaba, transportaba…
- Los hombres de aquí siempre fueron muy buenos trabajadores.
-  He oído que esta tierra es muy dura y que además hace mucho frío en invierno y mucho calor en verano…
- Si señor. Y que la tierra  es muy pobre y  que… entonces no había de nada. Se pasaban muchas penas y muchos sudores…
-  El traje de maragato  es muy especial… Apunté.
-  Eso, sí. Es muy bonito. ¿Le ha gustado…?
- Sí y mucho, pero… me costaba preguntar lo que quería saber, no me atrevía. Por fin me decidí… He oído que, los hombres y mujeres de esta tierra, tienen unas costumbres especiales a la hora de casarse… Eso es verdad…?
 - No le entiendo. Dijo la señora que, casi siempre, me contestaba.
- Me refiero a que el Maragato solo se casaba con una maragata…
- Sí. Claro. Pero eso era una costumbre muy antigua que se va perdiendo.
- ¡ Como todo lo antiguo!. Ratificó su compañera.
- ¿Y, la zapateta…?
-   Eso,  si que no se  pierde…
- ¿Lo del baile…?  
-¡Claro, mujer…! Dijo la otra señora mirándola. Se refiere al salto que  dábamos  bailando.
- Sí; eso sí…
- En las fiestas de  la verbena… Lo bailan los jóvenes.
- ¡Claro, que se baila! Es lo típico…
-  ¿Puedo hacerles otra pregunta?
-  Ya tenemos que irnos… se nos ha hecho tarde.
- Es verdad que, antiguamente, cuando una mujer daba a luz…  los privilegios eran para el marido?
-   A qué  se refiere ?
 - He oído que, la mujer maragata es muy fuerte… tan fuerte que, terminaba de dar a luz y no se tomaba reposo… no se quedaba en la cama para recuperarse…
-  Si mujer. ¿No te acuerdas?...
- Si, claro… No me voy a acordar…? En cuanto nacía el hijo… nos poníamos a hacer  las cosas de la  casa. Las casas daban mucho trabajo y todo tenía que hacerlo una… ahora ayudan los hombres… 
-  Y que ahora… tenemos lavadora…  antes no.      
-  Sí, eso es así pero… él se refiere a que,  con el parto, quien descansaba era el marido, no la mujer… Le contestó la segunda en hablar, mirándome.
- Pero, por el trabajo,  mujer. Teníamos muchos niños y muchas cosas que hacer. No podíamos quedarnos en la cama.
 - Bueno, ya nos tenemos que ir… Es muy tarde. Dijo la señora que siempre contestaba.   Les di las gracias y, al despedirme,  añadí…
-  Soy peregrino.
-  No lo parece…
-  Pues sí. Mañana empiezo El Camino…
-  Por aquí, pasan todos los peregrinos…
- ¡Buen camino! 
-  ¡Buen camino! Reiteró su compañera.
   Con un gesto de respeto y la palabra adiós me despedí de aquellas encantadoras señoras.
  Cuando cruzaba la calle, pensé… 
-  Tantas  veces  que  he  pasado  por  aquí y.. si no llega a ser por estas señoras no me entero de  estas cosas.
    Me uní a mis hermanas y en el camino de regreso a la plaza pude comprobar la fama de Astorga por sus chocolates.  Abundaban las pastelerías que seguían cerradas y en sus escaparates, adornadas con múltiples detalles, destacaban las atractivas tabletas.
-  Tanto como me gusta y me voy a ir sin probarlo…
     Todos los bares seguía llenos, se había hecho tarde y por la mañana, a las siete, había que levantarse pues, a las ocho, el peregrino debe  dejar libre la cama, salvo enfermedad o accidente y… aún no habíamos cenado.
     Al volver a la plaza la gente bailaba al ritmo de la música y los bares estaban a tope… Bailamos un pasodoble y cuando terminamos, nos metimos en una pizzería
     Nos   abrirnos  paso, hasta  alcanzar  el mostrador. Fue difícil… cuando lo conseguimos,  una familia se levantó de una mesa y Brigitte, que estaba más cerca, la ocupó de inmediato.
  No tardaron en atendernos pero…
- Tardaremos en servirles…
- ¡Por favor!  Procura  atendernos lo más pronto posible. Somos peregrinos y, mañana, tenemos que levantarnos temprano…
- Lo tendré en cuenta… pero, mire como está esto.
   Por lo que había leído y por lo que me habían comentado sabía de la atención especial que los pueblos del Camino tiene con el peregrino. En este decir ya habíamos tenido alguna experiencia en… las calles de Santiago… las paradas de los autobuses… Estaba claro que el peregrino gozaba de un miramiento diferente.
   No tardaron en servirnos las bebidas y cuando nos  dimos  cuenta teníamos  nuestras pizzas delante y la mía… diciéndome ¡Cómeme!
    Terminamos pronto y nos fuimos al albergue, donde  ya, todo era silencio. Antes de dormir pusimos a cargar las baterías de las cámaras y los teléfonos y… 
-    Yo, voy a repasar la mochila.
-    ¡ Otra vez…?
      Las palabras de Reme nos contagiaron y de nuevo comenzamos primero a sacar, luego a seleccionar y, por tercera vez, volver a meter  ropas y cosas en la mochila… Brigitte, se lo tomó con más tranquilidad y pronto pasó a estar en "siete sueños". Expresión, que dicho sea de paso, nunca he podido encontrar su origen.
     
Texto extraído del libro Turismo o penitencia. Primavera 2.009
Autor    José  González  Mayoral - Goma -

Obra inscrita en el Registro de la propiedad intelectual. 



                                            
Texto extraído del libro Historias y paisajes rimados. Primavera 2.012
Autor    José  González  Mayoral - Goma -

Obra inscrita en el Registro de la propiedad intelectual



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