Un espectáculo
de sonido amenizaba la plaza y sus
alrededores. Nos mezclamos con el público. Intentamos cenar pero, como los
bares estaban llenos, invité a mis hermanas dar una vuelta para enseñarles la
Catedral… del gótico flamígero, donde se
mezcla lo barroco y lo renacentista. El
Palacio de Gaudí…
- El que hizo La Sagrada
Familia…
- Efectivamente y
que no terminó
porque un tranvía le atropelló
causándole la muerte.
Mientras
ellas hacían unas fotos, yo me acerqué a la iglesia, situada a la izquierda del
conjunto, con el mismo objetivo. Me fui a la acera de frente para hacer fotos de la
fachada. Estando buscando perspectivas salieron de la casa dos señoras
mayores. Inmediatamente
pensé…
-Las personas mayores siempre tienen historias que contar… y con este pensamiento me
acerqué a ellas.
- Me podrían decir cómo se llama la iglesia?
- De Santa Marta…
- Y… el edificio que está al
lado…?
- Tiene mucha
historia. Ahí metían” las mujeres
de mala vida” que llegaban a la ciudad...
-Eso
era en la antigüedad, mujer… Aclaró la otra señora.
- Pues, eso es lo que le estoy diciendo. Mira que tu, también… - ¿Las emparedaban…? Insinué.
- No sé…
- ¡Mire usted! Eso, no lo sabemos…
- Esta noche… he visto más de un niño de maragato…
- Cuando se ven, es por la fiesta de
Santa Marta…
Palabras que aclaró su compañera...
- Como son en verano, todo esto, se
llena. Las madres
visten a los niños con los trajes… bueno, los mayores también se visten. Ya
sabe usted…
- ¡Bueno, se pone esto que no se puede ni imaginar…!
- Con la verbena, vienen de todas las aldeas…
- ¿Es verdad que antiguamente en el pueblo había muchos arrieros…? Pregunté.
- Sí, sí… aquí siempre ha habido
mucho comercio…
- Aquí, hacíamos jabón, chocolate…
- ¿Ha probado usted el chocolates?
- No. Todo está cerrado…
- Hoy y
mañana está todo cerrado.
- Es verdad que, el maragato es
especial…?
- ¿Especial… Por qué…?
- Porque se atrevía con todo… Fabricaba, comerciaba, transportaba…
- Los hombres de aquí
siempre fueron muy buenos trabajadores.
- He oído que esta tierra es muy
dura y que además hace mucho frío en invierno y mucho calor en verano…
- Si señor. Y que la tierra es muy pobre y que… entonces no había de nada. Se pasaban
muchas penas y muchos sudores…
- El traje de maragato es muy especial… Apunté.
- Eso, sí. Es muy bonito. ¿Le ha
gustado…?
- Sí y mucho, pero… me costaba
preguntar lo que quería saber, no me atrevía. Por fin me decidí… He oído que,
los hombres y mujeres de esta tierra, tienen unas costumbres especiales a la
hora de casarse… Eso es verdad…?
- No le entiendo. Dijo la señora
que, casi siempre, me contestaba.
- Me refiero a que el
Maragato solo se casaba con una maragata…
- Sí. Claro. Pero eso era una costumbre
muy antigua que se va perdiendo.
- ¡ Como todo lo antiguo!. Ratificó su compañera.
- ¿Y, la zapateta…?
- Eso, si que no se
pierde…
- ¿Lo del baile…?
-¡Claro, mujer…! Dijo la otra señora mirándola. Se refiere al salto
que dábamos bailando.
- Sí; eso sí…
- En las fiestas de la verbena…
Lo bailan los jóvenes.
- ¡Claro, que se baila! Es lo típico…
- ¿Puedo hacerles otra pregunta?
- Ya tenemos que irnos… se nos
ha hecho tarde.
- Es verdad que, antiguamente,
cuando una mujer daba a luz… los
privilegios eran para el marido?
- A qué se refiere ?
- He oído que, la mujer maragata
es muy fuerte… tan fuerte que, terminaba de dar a luz y no se tomaba reposo… no
se quedaba en la cama para recuperarse…
- Si mujer. ¿No te acuerdas?...
- Si, claro… No me voy a acordar…? En cuanto nacía el hijo… nos
poníamos a hacer las cosas de la casa. Las casas daban mucho trabajo y todo
tenía que hacerlo una… ahora ayudan los hombres…
- Y que ahora… tenemos
lavadora… antes no.
- Sí, eso es así pero… él se
refiere a que, con el parto, quien
descansaba era el marido, no la mujer… Le contestó la segunda en hablar,
mirándome.
- Pero, por el trabajo, mujer.
Teníamos muchos niños y muchas cosas que hacer. No podíamos quedarnos en la
cama.
- Bueno, ya nos tenemos que ir…
Es muy tarde. Dijo la señora que siempre contestaba. Les di las gracias y, al despedirme, añadí…
- Soy peregrino.
- No lo parece…
- Pues sí. Mañana empiezo El
Camino…
- Por aquí, pasan todos los
peregrinos…
- ¡Buen camino!
- ¡Buen camino! Reiteró su
compañera.
Con un
gesto de respeto y la palabra adiós me despedí de aquellas encantadoras
señoras.
Cuando cruzaba
la calle, pensé…
- Tantas veces
que he pasado
por aquí y.. si no llega a ser
por estas señoras no me entero de estas
cosas.
Me uní a
mis hermanas y en el camino de regreso a la plaza pude comprobar la fama de
Astorga por sus chocolates. Abundaban
las pastelerías que seguían cerradas y en sus escaparates, adornadas con
múltiples detalles, destacaban las atractivas tabletas.
- Tanto como me gusta y me voy a
ir sin probarlo…
Todos
los bares seguía llenos, se había hecho tarde y por la mañana, a las siete,
había que levantarse pues, a las ocho, el peregrino debe dejar libre la cama, salvo enfermedad o
accidente y… aún no habíamos cenado.
Al volver a
la plaza la gente bailaba al ritmo de la música y los bares estaban a tope…
Bailamos un pasodoble y cuando terminamos, nos metimos en una pizzería
Nos abrirnos
paso, hasta alcanzar el mostrador. Fue difícil… cuando lo conseguimos, una familia se levantó de una mesa y
Brigitte, que estaba más cerca, la ocupó de inmediato.
No tardaron en
atendernos pero…
- Tardaremos en servirles…
- ¡Por favor! Procura
atendernos lo más pronto posible. Somos peregrinos y, mañana, tenemos
que levantarnos temprano…
- Lo tendré en cuenta… pero, mire como está esto.
Por lo que
había leído y por lo que me habían comentado sabía de la atención especial que
los pueblos del Camino tiene con el peregrino. En este decir ya habíamos tenido
alguna experiencia en… las calles de Santiago… las paradas de los autobuses…
Estaba claro que el peregrino gozaba de un miramiento diferente.
No tardaron en servirnos las bebidas y cuando nos
dimos cuenta teníamos
nuestras pizzas delante y la mía… diciéndome ¡Cómeme!
Terminamos
pronto y nos fuimos al albergue, donde
ya, todo era silencio. Antes de dormir pusimos a cargar las baterías de
las cámaras y los teléfonos y…
- Yo, voy a repasar la mochila.
- ¡ Otra vez…?
Las
palabras de Reme nos contagiaron y de nuevo comenzamos primero a sacar, luego a
seleccionar y, por tercera vez, volver a meter
ropas y cosas en la mochila… Brigitte, se lo tomó con más tranquilidad y
pronto pasó a estar en "siete sueños". Expresión, que dicho sea de paso, nunca he
podido encontrar su origen.
Texto extraído del libro Turismo o penitencia. Primavera 2.009
Autor José González Mayoral - Goma -
Obra inscrita en el Registro de la propiedad intelectual.
Texto extraído
del libro Historias y paisajes rimados. Primavera 2.012
Autor
José González Mayoral - Goma -
Obra inscrita en el Registro de la
propiedad intelectual
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