DIARIO DE UN PEREGRINO
Marzo, día 05, Jueves.
Aquella mañana, cuando hacíamos los preparativos para salir del refugio, nos enteramos que había un transporte de mochilas hasta O Cebreiro, el próximo albergue abierto.
Brigitte nos informó…
- Me han dicho que nuestras mochilas las dejemos juntas, ahí – y señaló al suelo donde ya había bastantes mochilas apiladas – que ellos nos las llevan a Cebreiro, que las dejaran en “Casa de Carolo”. Me han dado una tarjeta con el número por si tenemos algún problema. ¡Ah!, también me han dicho que el servicio es gratis pero que podíamos colaborar con la voluntad y yo he dado tres Euros.
Dejamos allí nuestras mochilas y salimos para continuar El Camino. Fuera del refugio, pude observar que, al final del pueblo, al sur y a media montaña destacaba una edificación que me pareció medieval, con altos muros y unas torres anchas y circulares. Más adentrado en el casco vi una casa con un escudo y cuando salíamos… me sorprendió su río.
Al pasar el puente, pregunté a unos señores que caminaban por el nombre del río y me dijeron…
- Son dos, el río Valcárcel y el …
- El Burbia. Adelantó su acompañante.
- Sí, si. Se juntan ahí arriba. dijo el primero señalando con el palo que le servía de bastón.
- Me voy aprovechar y oy a hacerles otra pregunta… desde arriba he visto un castillo. ¿Tiene alguna historia?
- Eso que usted dice es el palacio…
- El Palacio de los Marqueses… apostilló el otro.
- Y… Conocen alguna historia…?
- No, solo lo que le hemos contado…
Tuve la impresión de que… o no se encontraban cómodos o querían continuar el paseo y no queriendo ser inoportuno…
- Perdonen que les haya entretenido. Muchas gracias.
- ¡Buen camino!
- Gracias…
Crucé el puente y alcancé a mis hermanas. Durante muchos kilómetros andamos paralelos al río Valcárcel, según los indicadores y… si bien es verdad que éste en muchos tramos desaparecía, más adelante volvíamos a tenerlo a nuestra izquierda.
El recorrido, llano y sinuoso, transcurría entre la carretera y el río… un paisaje adornado de hayas y brezos, con muchos salideros de agua que, como pequeñas cascadas, se precipitaban salvajemente en las cunetas de la carretera y en otros pasos del Camino.
Después de varias horas caminando habíamos pasado Pereje y Trabadelo; nombre, este último, que sorprendió a mi hermana….
- Si ese pueblo ya lo hemos pasado…!!!
- No, hermana. Lo que a ti te suena es Cacabelos, el pueblo que pasamos ayer…
- Entonces, este es …
- Trabadelo y puede tener unos quinientos habitantes mientras que
Cacabelo es un municipio grande con unos cinco mil pero los dos son son leoneses y, como todo esta zona, hablan el gallego...
- Y eso cómo puede ser?.
- Historia y tradición. hermana.
Cacabelo es un municipio grande con unos cinco mil pero los dos son son leoneses y, como todo esta zona, hablan el gallego...
- Y eso cómo puede ser?.
- Historia y tradición. hermana.
A partir de este pueblo el terreno se hizo más irregular, con subidas y bajadas, fuimos alcanzando altitud. Siguiendo las indicaciones, llegamos a Portela de Valcárcel y Ambasmestas, donde expliqué a mis hermanas el posible origen del nombre… el lugar donde se juntaban las dos mestas, donde se encontraban los mesteños del norte… gallegos, astures, vascos, navarros y los mesteños zamoranos con sus cabañas churras, ovejas de lana de calidad normal; con los mesteños del sur, fundamentalmente de Extremadura y en especial pacenses, con sus cabañas merinas y de una calidad especial.
En Vega de Valcarce, ya habíamos andado 16 km. El día se presentaba gris, con paisajes verdes y arrullados por el sonido del caudal del río. Rincones hermosos se mostraban a la salida de cada curva. Cuadros de naturaleza llenos de líneas, de formas y de colores, en los que el observador queda cautivado por tanta belleza natural y su observación, ceñida por la realidad física que lo envuelve, le hace detener, mirar a su alrededor y… sentirse un elemento más de aquel paisaje pero pasivo, para que la naturaleza obre por si misma.
En Vega de Valcarce, ya habíamos andado 16 km. El día se presentaba gris, con paisajes verdes y arrullados por el sonido del caudal del río. Rincones hermosos se mostraban a la salida de cada curva. Cuadros de naturaleza llenos de líneas, de formas y de colores, en los que el observador queda cautivado por tanta belleza natural y su observación, ceñida por la realidad física que lo envuelve, le hace detener, mirar a su alrededor y… sentirse un elemento más de aquel paisaje pero pasivo, para que la naturaleza obre por si misma.
A partir de este último pueblo, la subida se hacía más pronunciada.
Continuamos por Ruitelán, Las Herrerías… donde el terreno comenzó a subir con más de 45º de verticalidad y llegamos a La Faba, solo habíamos avanzado unos 3 km y el cansancio era excesivo.
Necesitábamos reponer fuerzas, nos quedaban tramos más cortos pero de fuertes repechos. Vimos una panadería y le pedimos a la señora que nos preparara unos bocadillos pero, al elegir, nos ofreció un plato combinado. Al decirnos la composición, yo acepté encantado pero, más encantado quedé cuando terminé. El sabor de las patatas de su huerto, de los huevos de su gallinero y del chorizo frito de su matanza, fueron reminscencias culinarias de mi pasado en el campo al lado de mi padre.
Comidos y descansados, reanudamos El Camino. A pocos kilómetros todo estaba cubierto por la nieve. El Camimo, ni se veía. Solo la rodada de los coches permitía ver las dos líneas negras y paralelas del asfalto. La subida se hacía pesada e interminable. Cebreiro debía estar a unos 6 km pero por mas que forzábamos nuestra velocidad, no acabamos de llegar. Conforme avanzábamos el tiempo empeoraba, la ventisca hizo acto de presencia y nuestro caminar se hizo más lento. El agotamiento se apoderaba de nosotros pero debíamos continuar.
Miraba a mí alrededor y solo veía nieve. Miraba a mis hermanas y las veía agotadas pero luchando por llegar. Por fin unas casas... estábamos en Laguna de Castilla. El tiempo empeoraba por momentos y el viento nos azotaba con fuerza. Todo presagiaba un fuerte temporal. Cebreiro estaba a poco más de 2 km. pero, no había carretera y el camino lo ocultaba la nieve. En condiciones normales no habría problemas pero el viento, la nieve y la oscuridad de la noche podrían traernos graves problemas. Pensando en ello, me acerqué a una casa para que nos dejaran un lugar donde quedarnos pues la ventisca no nos dejaba caminar y era casi de noche. No nos abrían pero, mi insistencia golpeando la puerta, hizo salir una señora que ni nos escuchó. Se limitó a decirnos…
- Sigan las huella de unos peregrinos que acaban de pasar… y nos cerró la puerta.
Buscábamos el paso hacia Cebreiro pero la nieve lo cubría todo. Intentábamos encontrar el camino cuando Brigitte vio el rastro de unos pasos, nos avisó y con la esperanza crecida la seguimos pero a unos quinientos mts. se perdieron. La nieve que seguía cayendo los había tapado.
Estábamos en un paisaje desconocido donde todo era blanco y sin referencias, caminábamos con la incertidumbre de ir por la ruta correcta y por si todo ello fuera poco, acompañados de una ventisca que se iba haciendo más fuerte y que nos maltrataba hasta hacernos perder el equilibrio.
Estábamos en un paisaje desconocido donde todo era blanco y sin referencias, caminábamos con la incertidumbre de ir por la ruta correcta y por si todo ello fuera poco, acompañados de una ventisca que se iba haciendo más fuerte y que nos maltrataba hasta hacernos perder el equilibrio.
Vivimos momentos en que las dudas, las vacilaciones y la inseguridad despertaron los nervios… por fin, Brigitte que desde el principio fue a la cabeza de la pequeña fila india que los tres formábamos, informó y señaló...
- ¡Huellas de bastones!.
Aquellos agujeros tenían que ser del grupo que iba delante. La profundidad de los bastones al clavarlos hacía que, la nieve que caía, tardara en rellenarlos y huella quedara a la vista. Ella siguió las huellas y Reme y yo, detrás. Hubo un momento en el que Reme se hundió hasta por encima de las rodillas. Nos asustó mucho… De pronto, ante nosotros, teníamos un pasillo de nieve que, a nuestra izquierda, podría tener metro y medio de altura pero que a nuestra derecha, pasaba de los dos.
Más adelante, Brigitte descubrió el mojón que indicaba el Camino. Esto nos tranquilizó bastante pues nos confirmaba que íbamos en la dirección correcta. En aquel duro y cuidadoso caminar donde apenas avanzábamos, en uno de esos momentos que levanté la vista intentando buscar más elementos que me dieran pistas del Camino o del pueblo vi, al frente, a unos cien mts como un túnel pero su color gris levantó mis sospechas pues suelen ser negros. Cuando estuve más cerca pude comprobar que lo formaba los árboles de uno y otro lado del camino que por arriba entrelazaban sus ramas cargadas de nieve y le daban forma de cúpula y se alargaba formando un túnel blanco. Pasamos entre ellos y cuando salimos volvimos a tener duda, pero los agujeros, el instinto y El Santo nos llevó a seguir de frente bordeando la montaña. Minutos después Brigitte anunciaba...
- ¡Huellas de bastones!.
Aquellos agujeros tenían que ser del grupo que iba delante. La profundidad de los bastones al clavarlos hacía que, la nieve que caía, tardara en rellenarlos y huella quedara a la vista. Ella siguió las huellas y Reme y yo, detrás. Hubo un momento en el que Reme se hundió hasta por encima de las rodillas. Nos asustó mucho… De pronto, ante nosotros, teníamos un pasillo de nieve que, a nuestra izquierda, podría tener metro y medio de altura pero que a nuestra derecha, pasaba de los dos.
Más adelante, Brigitte descubrió el mojón que indicaba el Camino. Esto nos tranquilizó bastante pues nos confirmaba que íbamos en la dirección correcta. En aquel duro y cuidadoso caminar donde apenas avanzábamos, en uno de esos momentos que levanté la vista intentando buscar más elementos que me dieran pistas del Camino o del pueblo vi, al frente, a unos cien mts como un túnel pero su color gris levantó mis sospechas pues suelen ser negros. Cuando estuve más cerca pude comprobar que lo formaba los árboles de uno y otro lado del camino que por arriba entrelazaban sus ramas cargadas de nieve y le daban forma de cúpula y se alargaba formando un túnel blanco. Pasamos entre ellos y cuando salimos volvimos a tener duda, pero los agujeros, el instinto y El Santo nos llevó a seguir de frente bordeando la montaña. Minutos después Brigitte anunciaba...
- ¡ Las luces !. ¡Cebreiro!
Con gran alegría y muchísimas dificultades por el hielo, llegamos al bar de Carolo y…
- Aquí no hay mochilas … se las han llevado todas.
Me contestó un señor desde la barra al preguntarle por tres mochilas.
Pensamos que unos muchachos, con los que coincidíamos en algunos tramos, nos las habían llevado al albergue.
Cuando salimos, para buscar el albergue, tuvimos que extremar la precaución en nuestro caminar por los continuos resbalones. Con paso lento y torpe llegamos al refugio. Nada más entrar, allí estaban nuestras mochilas.
Cuando salimos, para buscar el albergue, tuvimos que extremar la precaución en nuestro caminar por los continuos resbalones. Con paso lento y torpe llegamos al refugio. Nada más entrar, allí estaban nuestras mochilas.
En una salita de recepción, a la entrada, un cartel llamaba la atención indicando el teléfono al que había que llamar para que acudiese el hospitalero para el registro. Llamé y en el contestador dejé nuestros datos. Cuando salí de la ducha y llegue a la habitación, Brigitte me dijo …
- Ha llamado la hospitalera y me ha dicho que con este tiempo no puede subir, que hace una fuerte ventisca que, nos acomodemos. Cuando le he dicho que a quién le pagamos, me ha dicho que a nadie. Así que nos saldrá gratis… ¡Ah! Y que, para sellar… que vayamos al bar…
- Pero, si acabamos de estar en el bar…
- Bueno, mañana. Ya has visto… ¡La noche está como para salir…!
- Ya, ya…
- Mira por la ventana del salón. Verás la nieve caer y escucha cómo sopla el viento… ¡Da miedo!.
Ya duchado, comido y acomodado, salí al pasillo para, por la puerta de entrada que era de cristal, ver algo. No se veía nada, solo el hielo que la luz del albergue iluminaba en la puerta. Allí, un joven fumaba… hablamos del temporal y de lo mal que lo habíamos pasado hasta llegar. De aquella conversación recuerdo…
- Esta tarde llegó un grupo y una de las chicas se asustó mucho. Dicen que ella fue a llamar a su familia pero que no tenia cobertura que, luego quería llamar al teléfono de urgencias pero, los que le acompañaban, la animaron, la calmaron y le ayudaron a llegar. Según me han contado, lo pasó muy mal. Dice que le dio un ataque de ansiedad…
- Peor lo hemos pasado nosotros. Nos hundíamos en la nieve, la noche se nos echaba encima y no veíamos el pueblo.
Cuando volví a la habitación comenté con mis hermanas la conversación con el joven y Reme me dijo…
- He oído que después de nosotros ha llegado otro muchacho, que lo ha pasado fatal y que ha llegado gracias a las huellas de los bastones…
Mientras me alejaba de la ventana del dormitorio con sobrado desaliento comenté...
Mientras me alejaba de la ventana del dormitorio con sobrado desaliento comenté...
- ¡Anda que, si el primero se equivoca, todos vamos al mismo sitio!…
De allí me fui a la entrada principal para desde dentro, calentito y muy confortable ver nevar. Estando en ello pensé…
De allí me fui a la entrada principal para desde dentro, calentito y muy confortable ver nevar. Estando en ello pensé…
- Con este temporal, las cosas se pueden poner peor. Si el tiempo continúa así, aquí podemos quedarnos atrapados una semana.
Con ese pensamiento me fui a mi litera, saqué mi hoja de ruta, la que me dio el hospitalero de Astorga y con otros ánimos me dije…
- Si el temporal cede mañana, el camino será más llevadero. Todo es bajada... seguro que, cuando comencemos a bajar será distinto.
Sin la seguridad de mejor tiempo, miré a mis hermanas y les dije…
Sin la seguridad de mejor tiempo, miré a mis hermanas y les dije…
- Mañana, a primera hora, hay que salir chutando de aquí.
No me contestaron. y las justifiqué...
- Deben estar rendidas.
Sin respuesta, me puse a ordenar mis notas y a repasar la etapa para el día siguiente. Cuando terminé volví al pasillo, más que para ver nevar, para oír el espectáculo de viento. Alguien fumaba allí, hablamos y entre otras cosas me dijo…
No me contestaron. y las justifiqué...
- Deben estar rendidas.
Sin respuesta, me puse a ordenar mis notas y a repasar la etapa para el día siguiente. Cuando terminé volví al pasillo, más que para ver nevar, para oír el espectáculo de viento. Alguien fumaba allí, hablamos y entre otras cosas me dijo…
- En esta época, es normal encontrarse aquí con este tiempo. Estamos a unos mil trescientos o mil cuatrocientos mts. Aquí, todo es distinto…
- Como en La Cruz de Ferro…
- Es que la Cruz y Cebreiro son los dos puntos más altos del Camino y, además, muy significativos para el peregrino. Son puntos emblemáticos del Camino.
- Entonces… aquí termina El Bierzo?
- No. Bueno, no lo sé exactamente. El último pueblo del Bierzo es La Laguna. Cebreiro, ya es de Lugo. Aquí empieza Do Camiño, como dice el gallego…
- Entonces, nos encontramos en Los Ancares.
- Creo que sí. Bueno, me voy. Mañana quiero salir temprano…
- ¡Buen Camino!
- Igualmente.
Me quedé mirando la oscuridad y escuchando el ruido del viento. La puerta de entrada permanecía entreabierta pero el frío no se notaba. Pasados unos minutos volví al cuarto y me acomodé en mi litera.
LLUVIA, VIENTO, NIEVE Y VENTISCA
Texto extraído del libro Turismo o penitencia
Autor José González Mayoral - Goma -
Obra inscrita en el Registro de la propiedad intelectual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario