martes, 7 de mayo de 2013

ETAPA 02. RABANAL DEL CAMINO > EL ACEBO. 17 km



DIARIO DE UN PEREGRINO

 Marzo, día 02, Lunes.

A las 07:30 nos levantábamos y a las 08:00 estábamos en el Camino. El cielo seguía cubierto aunque, de vez en cuando, aparecían pequeños claros  de escasa duración. La orografía del terreno y el tiempo, auguraban una etapa, de unos 20 Kms, muy dificultosa.
Comienzan a caer copos de nieve… el camino comienza a blanquear… un paisaje de estampa navideña nos  envolvía. Estábamos subiendo los Montes de León… fuertes repechos nos llevaron a Foncebadón. Nos acercábamos al punto más alto de la etapa, Cruz de Ferro, pero no lo veíamos...
Cuando  subo una cuesta, avanzo con la mirada en el suelo; mirada que solo levanto  de vez en cuando para ver cómo continúa y asegurarme de que no hay “tropiezos“. Nunca busco el horizonte pues de nada me sirve  verlo, de todas formas, lo que cuenta es subir y llegar a la cima. Más de una vez pensé en la cuesta que, desde El Molino, pasando por El Castañá, sube a la cumbre de “El  Alto de La Carpintera“ y en mis padres y en la vida tan dura que les tocó vivir en aquellos campo. Estando en estos pensamientos, al levantar la cabeza, vi lejos y borroso, como un palo largo  y delgado que se erguía sobre un montículo y aunque no veía la cruz, intuía que estaba en la punta…
- ¡Por fin! Pensé. ¡La Cruz de Ferro…!  Chillé para llamar la atención de mis hermanas.
Al llegar,  dejaron  de  caer los copos  de  nieve  y  comenzó a llover con fuerza. Corrimos a  cobijarnos  bajo  el  alero del albergue que,  como nos habían anunciado, estaba cerrado.
Cuando dejó  de  llover, ya habíamos aliviado nuestros pies con las cremas y unos  masajes; así que aprovechamos la descampada para salir  del resguardo que nos daban la pared y el alero y examinar las instalaciones.
En ese examen descubrí que…
La cruz miraba tanto al peregrino que iba a Santiago y  era nuestro caso, como al que regresaba…
Estaba en el punto más alto de Los Montes de León, en el Puerto de Foncebadón, a unos 1.500 mts que señalaba el fin de La Maragatería y el comienzo de El Bierzo y que,  con la  mirada  en el sur, frente a mí,  a la
izquierda, el pico que destacaba en aquella sierra blanca que veía en el horizonte podía ser  El Teleno,  con algo más de 2.000 m y en cuyas laderas podía nacer el río Duerna,  gran tributario del río Tuerto que desemboca, cerca de La Bañeza ,en el rio Órbigo.
Pero, lo que más llamó mi atención, además de la cruz de hierro, fue el Reloj del Peregrino. Estando colocándome en el rectángulo del mes de  Marzo, para  comprobar la hora, comenzó a llover y a soplar fuerte un  viento muy frío. El instinto, creo que de supervivencia, me llevó hasta mis hermanas para decirles…
- La  montaña es muy  traicionera… Una ventisca, a esta altura, nos puede alcanzar en cualquier momento. Hay que salir de aquí de inmediato.
Así lo hicimos, al tiempo que añadía…
- Bajaremos   por   la  carretera…  recordad   que   nos aconsejaron que la bajada no la hiciéramos por el camino, que estaba muy malo y que era muy pronunciada…
Al iniciar la bajada, me volví para hacer unas fotos. Pisábamos tierras de El Bierzo, bajábamos por la carretera pero, cuando veíamos que el camino, que iba casi paralelo, estaba en mejor estado, la abandonábamos; así, dejamos atrás Manjarín, donde al pasar, sentimos las campanas del refugio.
Aquella pronunciadísima bajada nos llevó hasta El Acebo,  primer pueblo del Bierzo,  como marcó el sello del albergue en nuestras Credenciales… un pueblo con casas de piedras, con las escaleras, también de piedras, en la calle para subir al piso de arriba y que se remataba con un tejado de pizarra.
Después de instalarnos en el albergue y asearnos salimos para comer algo. La etapa había sido muy dura, estábamos agotados y nada más cenar nos fuimos a dormir.
Ya en  mi litera, el peregrino contiguo, en voz baja, le decía a otro…
- La Cruz la hizo y la puso allí, un peregrino para que en invierno, cuando los caminos se cubren de nieve, sirviera de referencia.
- Conozco esa historia. Tenía entendido que fue un monje.
- Yo he leído, no se dónde, que fue un peregrino y que  las piedra  que   hay amontonadas,  alrededor de la cruz, son las piedras que los peregrinos han ido dejando allí… por eso hay tantas.         
- Pues  la  van  a  tapar… Contestó  una tercera voz con tono jocoso.
- También he  leído que las traen desde donde viven y que las ponen allí los peregrinos para que el Santo les dé suerte… para evitar los peligros.
- Así  hay tantas …
    Pensando en ello me dije...
- ¡Qué  pena…! y  añadí…
- De haberlo  sabido… habría traído una piedra de La Umbría, del cruce de las cuatro callejas, de  Cornicabra… y otra de Higuera, de La Toba, con los nombres  escritos con tinta permanente…




Texto extraído del libro Turismo o penitencia
Autor    José  González  Mayoral - Goma -
Obra inscrita en el Registro de la propiedad intelectual


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