DIARIO DE UN PEREGRINO
Marzo, día 02, Lunes.
A las 07:30
nos levantábamos y a las 08:00 estábamos en el Camino. El cielo seguía cubierto
aunque, de vez en cuando, aparecían pequeños claros de escasa duración. La orografía del terreno
y el tiempo, auguraban una etapa, de unos 20 Kms, muy dificultosa.
Comienzan a
caer copos de nieve… el camino comienza a blanquear… un paisaje de estampa
navideña nos envolvía. Estábamos
subiendo los Montes de León… fuertes repechos nos llevaron a Foncebadón. Nos
acercábamos al punto más alto de la etapa, Cruz de Ferro, pero no lo veíamos...
Cuando subo una cuesta, avanzo con la mirada en el
suelo; mirada que solo levanto de vez en cuando para ver cómo continúa y asegurarme de que no
hay “tropiezos“. Nunca busco el horizonte pues de nada me sirve verlo, de todas formas, lo que cuenta es
subir y llegar a la cima. Más de una vez pensé en la cuesta que, desde El
Molino, pasando por El Castañá, sube a la cumbre de “El Alto de La Carpintera“ y en mis padres y en la
vida tan dura que les tocó vivir en aquellos campo. Estando en estos
pensamientos, al levantar la cabeza, vi lejos y borroso, como un palo
largo y delgado que se erguía sobre un
montículo y aunque no veía la cruz, intuía que estaba en la punta…
- ¡Por fin! Pensé. ¡La Cruz
de Ferro…! Chillé para
llamar la atención de mis hermanas.
Al llegar, dejaron
de caer los copos de
nieve y comenzó a llover con fuerza. Corrimos a cobijarnos bajo
el alero del albergue que, como nos habían anunciado, estaba cerrado.
Cuando
dejó de
llover, ya habíamos aliviado nuestros pies con las cremas y unos masajes; así que aprovechamos la descampada
para salir del resguardo que nos daban
la pared y el alero y examinar las instalaciones.
En ese
examen descubrí que…
La cruz
miraba tanto al peregrino que iba a Santiago y
era nuestro caso, como al que regresaba…
Estaba en el punto más alto
de Los Montes de León, en el Puerto de Foncebadón, a unos 1.500 mts que señalaba el
fin de La Maragatería y el comienzo de El Bierzo y que, con la mirada
en el sur, frente a mí, a la
izquierda, el pico que destacaba en aquella sierra
blanca que veía en el horizonte podía ser
El Teleno, con algo más de 2.000
m y en cuyas laderas podía nacer el río Duerna, gran tributario del río Tuerto que
desemboca, cerca de La Bañeza ,en el rio Órbigo.
Pero, lo
que más llamó mi atención, además de la cruz de hierro, fue el Reloj del
Peregrino. Estando colocándome en el rectángulo del mes de Marzo, para
comprobar la hora, comenzó a llover y a soplar fuerte un viento muy frío. El instinto, creo que de
supervivencia, me llevó hasta mis hermanas para decirles…
-
La montaña es muy traicionera… Una ventisca, a esta altura, nos
puede alcanzar en cualquier momento. Hay que salir de aquí de inmediato.
Así lo hicimos, al tiempo
que añadía…
- Bajaremos por
la carretera… recordad
que nos aconsejaron que la bajada
no la hiciéramos por el camino, que estaba muy malo y que era muy pronunciada…
Al iniciar
la bajada, me volví para hacer unas fotos. Pisábamos tierras de El Bierzo,
bajábamos por la carretera pero, cuando veíamos que el camino, que iba casi
paralelo, estaba en mejor estado, la abandonábamos; así, dejamos atrás
Manjarín, donde al pasar, sentimos las campanas del refugio.
Aquella
pronunciadísima bajada nos llevó hasta El Acebo, primer pueblo del Bierzo, como marcó el sello del albergue en nuestras
Credenciales… un pueblo con casas de piedras, con las escaleras, también de
piedras, en la calle para subir al piso de arriba y que se remataba con un
tejado de pizarra.
Después de instalarnos en el
albergue y asearnos salimos para comer algo. La etapa había sido muy dura,
estábamos agotados y nada más cenar nos fuimos a dormir.
Ya en mi litera, el peregrino contiguo, en voz
baja, le decía a otro…
- La Cruz la hizo y la puso allí, un peregrino para que en invierno, cuando los
caminos se cubren de nieve, sirviera de referencia.
- Conozco esa historia. Tenía
entendido que fue un monje.
- Yo he leído, no se dónde, que fue un
peregrino y que las piedra que
hay amontonadas, alrededor de la
cruz, son las piedras que los peregrinos han ido dejando allí… por eso hay tantas.
- Pues la van a tapar… Contestó una tercera voz con tono jocoso.
- Pues la van a tapar… Contestó una tercera voz con tono jocoso.
- También he leído que las traen desde donde viven y que
las ponen allí los peregrinos para que el Santo les dé suerte… para evitar los
peligros.
- Así
hay tantas …
Pensando en ello me dije...
- ¡Qué
pena…! y añadí…
- De haberlo sabido… habría traído una piedra de La Umbría, del cruce de las cuatro
callejas, de Cornicabra… y otra de
Higuera, de La Toba, con los nombres
escritos con tinta permanente…
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