DIARIO DE UN PEREGRINO.
Marzo, día 03, Martes.
Salimos del refugio y por la calle Real atravesamos el pueblo. En este
breve recorrido pudimos ver algunas casas viejas con la estructuras del
pasado. Fachadas y escaleras exteriores de piedra con tejados de pizarra.
A la salida del pueblo, el esqueleto oxidado de una bicicleta recordaba el
fallecimiento de un peregrino alemán.
La mañana transcurría con claros de sol grandes y prolongados. La bajada era
muy pronunciada y el paisaje bello. El primer pueblo y nuestro primer alivio
fue en el área de descanso de Riego de Ambrós.
Recuperados continuamos El Camino por sus calles estrechas y
tortuosas.
Me llamó la atención la iglesia con un gran arco lateral, rematado con una
escalera que daba acceso, por arriba, al campanario y por debajo, al
cementerio, ubicado en el mismo recinto, con muchos enterramientos en el suelo.
Continuamos bajando, en perpendicular, hasta Molinaseca a cuya
entrada, frente a la ermita de Ntra. Sra. de las Angustias, a orillas del río
Meruelo, en uno de los bancos que miraban hacia el río, descansamos.
Estos descansos, cuando podía y tenía ocasión, los aprovechaba para hablar con
la gente del lugar o… buscar detalles para fotografiar. Estando haciendo fotos
al puente vi un señor, de edad avanzada, que paseaba lentamente y que, por sus
años, podría almacenar muchas vivencias...
Me acerqué con intención de preguntarle cosas del pueblo y como mi
equipo de peregrino lo había dejado en el banco, para que el señor no recelase
de mi aspecto y darle más confianza, me presenté como lo que en aquellos
momentos era… un peregrino.
Entablamos conversación y observé que cuando yo le hablaba aplicaba el oído. Entonces pensé...
-El paso de los años. ¡Qué pena!… no oye bien pero, nos entendemos.
Después el me informó...
-
“En este pueblo estuvo la reina Doña Urraca”…
Hablaba despacio, con voz agotada y con signos de cansancio; noté, que
quería marcharse. Preocupado por su estado, no presté mucha atención a
sus palabras sobre Dª. Urraca. Cuando se giraba, para irse, me dijo…
-”Todos los peregrinos pasan por aquí. A la puerta de la iglesia le tuvieron que poner una chapa porque le arrancaban astillas
para llevárselas”.
Supuse que de recuerdo. No quise entretenerle más y dándole las gracias por su
atención, me despedí. Mientras volvía a donde estaban mis hermanas, pensé...
-
Curiosa información. Es verdad!. A mí siempre me gusta llevarme algún recuerdo
de los lugares que visito, aunque sea una piedra pero tendría mi casa llena y
mi conciencia inquieta. Las piedras de estos lugares, por su valor histórico,
deben ser patrimonio de todos los hombres… aunque no estén declarados
oficialmente.
Recuperados, con las mochilas a cuestas… por el Puente de los Peregrinos, entramos en el pueblo a
la calle principal, por la que el peregrino suele pasar siguiendo El Camino, la
Calle Real.
Atravesando vi… una casa con blasón y otra con torre. Esto llamó mi atención…
Atención, pronto distraída, por Brigitte que me hacía saber…
- He visto
varias tiendas y no llevamos nada para comer. Deberíamos entrar en alguna y
comprar comida. No llevamos nada y ya es hora de tomar algo.
Le hicimos caso y le seguimos para volver a una de las tiendas que habíamos
dejado atrás. El tendero, muy amable nos preparó unos bocadillos y, mientras lo
hacía, nos habló del pueblo, de los peregrinos, del rio… con relación a éste,
recuerdo que nos dijo…
- En
verano, que es cuando hay más afluencia de peregrinos, abren unas
compuertas que desvía parte del caudal hacia unas pozas, que habréis visto al
pasar el puente, con el objeto de aliviar el calor y… ¡los pies!.
Cuando nos íbamos, nos indicó que, a la salida del pueblo, había un crucero y
un espacio con bancos donde descansar y comer…
El crucero sí lo vimos pero el lugar de descanso no. A la salida,
en un terreno abierto
que apilaba maderos,
encontramos hueco para comernos los bocadillos.
Recuperada la energía, por la acera, llegamos a Campo y de allí al albergue de
Ponferrada... Ponte dy ferro, por el puente de madera reforzado con hierro, sobre el Sil y construido para facilitar la peligrosa travesía a los peregrinos.
Registrados en el albergue y duchados, salimos de compras pues el viento me
había roto el capote. Me compré un equipo de pantalón y chaqueta impermeables
pero de mala calidad pues, cansados de dar vueltas, no encontramos una tienda
de deportes; por lo que, después de algunas compras para la cena, volvimos a la
calle del ascensor que nos llevó a las calles del nivel superior y nos
evitó subir la cuesta y dar la vuelta a las manzanas de pisos.
Una vez arriba, tomamos dirección al albergue por el camino hice unas fotos al
Sil.
Cuando llegamos cenamos y nos retiramos a nuestra habitación. Nos habían
asignado una habitación con cuatro literas y con la condición de que si llegaba
alguna chica la instalarían en la que quedaba libre. De esta forma a
nadie molestábamos y nadie nos molestaba.
Al ser temprano para dormir, hice el recuento de los datos más importantes de
la etapa.
En mi agenda, quedó registrado el siguiente apunte…
- Hoy, ha sido un día de pocos kilómetros. En total 16... 8 desde El Acebo a Molinaseca y otros 8 desde Molinaseca hasta aquí. Tal
vez, por llegar pronto y no demasiado cansados, hemos recorrido tantas
tiendas
Texto extraído del libro… Turismo o
penitencia
Autor José
González Mayoral - Goma -
Obra inscrita en el Registro de la
propiedad intelectual
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