DIARIO DE UN PEREGRINO
martes, 7 de mayo
de 2013
En Esta etapa, como esperábamos encontrarnos durante la mañana con sobrinos y amigos que venía desde Higuera de la Sierra, ya teníamos decidido hacerla, hasta el encuentro, por la carretera; así que al salir del albergue de Triacastela buscamos el asfalto y comenzamos a subir hasta Balsa.
Como el encuentro no se producía nos desviamos a Renche para, después bajar hasta Samos, donde después de un buen desayuno rodeamos el monasterio que ya conocía de otras visitas, para ver la fachada principal y cuya escalera relacioné con la de la Plaza del Obradoiro que da acceso a la catedral.
Siguiendo la carretera y el curso del río Oribio, cuyo nombre debe a los montes donde nace, nos encontramos con mis sobrinos. Tras hacer unos cambios de equipamiento en nuestras mochilas, ellos continuaron para Santiago, donde dejarían el coche, previa parada en Sarria para buscar alojamiento y dejar las mujeres y las mochilas.
El Camino continuaba paralelo a la carretera y, contemplando la belleza de los parajes, pasamos Frollais y, a unos 12 km Sarria, la patria chica de Fray Luís de Granada, pseudónimo de Luís de Sarriá, nacido en Granada.
Tras atravesar el río Sarria, por la Calle del Peregrino, llegamos al albergue donde ya acomodadas, mi sobrina y su amiga, esperaban nuestra llegada y la de sus respectivos maridos desde Santiago.
Aquella noche, después de la cena, tomamos unos chupitos de hierbas, "nos entonamos" y Manolete, buen "cantaó", se arrancó con cantes de nuestra tierra... sevillanas y fandangos.
El orujo corrió y siguió corriendo hasta calentar nuestras gargantas y despertar ese duende juerguista que todo andaluz lleva dentro y que, solo, en algunas ocasiones y por escasos momentos, se nos escapa... aparca nuestros prejuicios sociales y reflota nuestras predisposiciones lúdicas que a veces, más que sumergidas, las tenemos encalladas…
Aquel orujo turbó mi razón y mis sentidos, reactivó mi edad invernal, me hizo cantar... más que cantar, vociferar algunas letras y pellizcar, picar y maltratar las cuerdas de la guitarra que el hospitalero nos dejó.
Cuando estuve en mi litera, recordé las escenas vividas, me sentí transportado a un pasado muy lejano y, refugiado en la satisfacción de tantos beneficios, di gracias al Santo por… habernos sacado de la nieve… por no estar en la cama de un hospital… por encontrarme encontrarme allí y por haber disfrutado, con los míos, de una noche, en la forma y modo que jamás hubiera pensado.
POR LOS MONTES DE LUGO DE LA SENCILLA. PROFUNDA Y SIEMPRE
QUERIDA GALICIA
UNA CENA SANTA
UNA SANTA JUERGA
Texto extraído del libro Turismo o penitencia
Autor José González Mayoral - Goma -
Obra inscrita en el Registro de la propiedad intelectual
No hay comentarios:
Publicar un comentario